Ha sido un año tan emocionante, tan prolífico,
que será muy difícil señalar los vinos que más nos movieron durante estos doce
meses. La inmensa generosidad de nuestros combibeles ha hecho posible que
disfrutáramos algunos de los mejores vinos de mundo. Ha sido un privilegio
tener la oportunidad de probar estas botellas, pero sobretodo hacerlo en
compañía de personajes con tan alta sensibilidad y sabiduría.
En
nuestra opinión, España compite con Italia y Estados Unidos por el segundo
lugar mundial en vinos de alta calidad ―los reyes aún son los galos, que
acumulan historia, experiencia y condiciones geoclimáticas excepcionales en una
buena cantidad de terruños legendarios―. El tercer peldaño de productores lo
componen Alemania, con grandes vinos blancos; Argentina y Australia, que cada
día están más cerca de los cuatro grandes; Chile, con un incremento reciente en
sus apuestas por el segmento premium
y Portugal, un caso especial con sus magníficos vinos del Douro y sus
inigualables fortificados: el oporto y el madeira.
Leoville
las Cases 1999 y Chante-Alouette Hermitage 2004 fueron un par de joyas
indiscutibles, dos de los vinos más emocionantes en nuestra memoria enófila:
iconos respectivos de la Gironda y del Ródano norteño, de las cepas bordelesas
y de la marsanne, de la elegancia y el refinamiento… junto a Leoville-Poyferre
1998, Grandes Murailles 2002, Monbousquet 2000, Clos L'Eglise 2000 y Rieussec
Grand Cru 2003, fueron pruebas rotundas de que Francia liderará nuestras
preferencias hasta que el mercado asiático nos haga imposible costear alguna de
estas filigranas.
España
manó este año (aparte de algunas de sus etiquetas consagradas: El Pisón 1999;
Calvario 2004; Remírez de Ganuza Reserva 1996 y 2004; Pintia 2001, 2004 y 2007;
Alión 2005; Palomero 2001) soberbias expresiones de cepas poco tradicionales en
su territorio, como el Jiménez Landi Selección 2004: menos de 40 dólares
compuestos por merlot y syrah cuya calidad ―específicamente de estas cepas― no
creíamos posible en la península.
El
Cantos del Diablo 2008, de la misma bodega, fue uno de esos vinos que hacen
cuestionar tus capacidades organolépticas: un testimonio absolutamente inédito,
con más de la mejor pinot noir borgoñona que de la reciente eclosión de la
garnacha hispana; un elixir exótico, más floral y exquisito que muscular y
acaramelado.
No
tan lejos de estas maravillas mentridanas, la cabernet sauvignon del Pago
Valdebellón 1996, de la bodega Abadía Retuerta, en Sardón de Duero, es otra
muestra prodigiosa del manejo de una viña especial. En palabras del influyente
crítico Robert Parker: “Una combinación hipotética de Mouton-Rothschild y
Latour”; en nuestras palabras: la mejor expresión de la cabernet de la península
ibérica (aunque frunzan el ceño nuestros queridos maslaplanistas).
La
relación calidad/precio de una buena cantidad de vinos españoles es
inmejorable, en particular la de los blancos, que ―con pocas excepciones― no
superan los 20 dólares: el albariño La Cana 2009, el verdejo Shaya 2009 y el
moscatel de alejandría Botani 2010 fueron símbolos frescos, equilibrados y
concentrados de esta realidad sumamente competitiva.
Estados Unidos poco a poco extiende su presencia
en nuestro país. La sorpresa y fascinación que, en general, producen sus vinos
de calidad a los aficionados que se enfrentan por primera vez a este estilo ―o
mejor dicho, variedad de estilos― han logrado que la demanda vaya creciendo.
El
elixir de la juventud del Mayacamas 1979; la finura del espumoso Argyle Extended
Tyrage Brut 1998; el poderío del Spottswoode Cabernet 2008, la frescura de su
Sauvignon Blanc 2009; la originalidad de un chardonnay dulce en Sine Qua Non
Mr. K The Nobleman 2002; la rotundidad de los terruños del estado de
Washington, representados por Cayuse Impulsivo y Syrah 2006 significaron
experiencias sublimes.
Hourglass
Cabernet 2007; Pahlmeyer Propietary Red 1997 y Chardonnay 2007; el hallazgo de
una zinfandel inaudita en Turley Hayne Vineyard 2001 y Moore Vineyard 2004; Blankiet
Estate Paradise Hills Vineyard 2002; la perfección de Kapcsandy Estate Cuvee
2007… Todos estos vinos fueron también sinfonías deslumbrantes y entrañables
convites.
Italia
es otro productor que ha ido ganando mercado en México. La Toscana es todo un
universo por sí misma: desde las bodegas más tradicionales hasta las más
modernas mantienen un respeto absoluto por el terruño y, por ello, son capaces
de conseguir unas de las expresiones más auténticas del planeta, tanto en
variedades autóctonas como globalizadas.
San
Leonardo 2001, Caspagnolo Villa Poggio Salvi 2008, Le Cupole Trinoro 2007, Orma
2007, Sapaio 2004 y CastelGiocondo Riserva 1999 fueron algunos de los tintos
italianos que tuvimos oportunidad de catar, todos ellos personalísimos y de
gran calidad.
Finalmente
le platicamos, caro lector, que nos encontramos durante el 2011 con un puñado
de vinos de otras latitudes que verdaderamente están a la altura de muchos de
los que hemos nombrado en este recuento. Por desgracia no podemos decir que sus
precios son mucho más accesibles que los del hemisferio norte, pero su calidad
compite con ellos mano a mano.
Todas
estas bodegas ―con la excepción de Mollydooker de Sarah y Sparky Marquis, que
crecieron en Australia― son el resultado de la asociación de la experiencia
europea o norteamericana con el capital humano y la naturaleza latinoamericanos.
Seña 2004 fue un portento de cabernet y merlot creado por el californiano
Robert Mondavi y Eduardo Chadwick en Aconcagua; Cheval des Andes 2002, un hijo
del mítico Cheval Blanc compuesto por cabernet y malbec mendocinas, en quien no
se extrañaron demasiado las hechuras bordelesas del padre.
Probamos
también el Cobos Marchiori Vineyard 2006: hasta ahora, la más grande expresión
de la malbec que podamos imaginar, sociedad entre Paul Hobbs, Andrea Marchiori
y Luis Barraud; esta botella es, según Jay Miller, la mejor que ha producido
Argentina en su historia. Y otro gran vino del Uco creado con capital holandés
y el talento de una superestrella argentina, el enólogo José Galante: Salentein
Primus Malbec 2006. Por último recordamos el Mollydooker Blue Eyed Boy Shiraz
2007 de los Marquis, una bomba frutal australiana de 16.5 grados de alcohol no
recomendable para espíritus blandos.
Como
hemos dicho, ha sido un año memorable; nos sentimos inmensamente afortunados
por las oportunidades que nos han brindado nuestros estimados mecenas y
maestros. No queda más que decir ¡salud! por ellos y desearle a usted, caro
lector, que este 2012 le depare grandes vinos y emociones intensas.