miércoles, 16 de mayo de 2012

Con todo respeto...

Para mis estimados combibeles

De nada sirve subir la guardia o coger el paraguas al escuchar esta ominosa frase. Lo usual es aflojar el cuerpo para amortiguar el guantazo que viene o recibir como en sábado de gloria la cubetada de agua (en el mejor de los casos) que sigue infaliblemente a la falsa civilidad de esta expresión. Si alguien le espeta un «Con todo respeto…», caro lector, lo mejor será intentar pararlo en seco con un aforismo que desconcierte a este próximo agresor y evitar así el desaguisado. Se recomienda usar el siguiente: «¡Quieto! Nada bueno ha seguido nunca a esas palabras».
            Está también el truhán que lanza la estocada y luego quiere remediar la herida con un «…Te lo digo con todo respeto». Este espécimen es más peliagudo porque hay que estar a las vivas: adivinar el momento, adelantarse a su jugada y conjurar un daño mayor interrumpiéndolo, en tono irónico y sereno: «Sé que lo dices con todo respeto». Logremos atajar o no a estos bribones, lo vil en estos casos, lo inefable, se debe a que nos han robado el derecho de ofendernos ante una injuria porque ha venido envuelta en urbanidad, porque ha sido disfrazada, despojada del desprecio honrado.
            Existe una versión aún más infame que la que apela al respeto: la que apela al cariño. Deseo con toda sinceridad que nunca sus castos oídos escuchen a alguien dispararle un «Te lo digo porque te aprecio». Ay, pero si ya el honor lastima, ¿por qué habrán de meterse también con el amor, con el afecto?
            La otra cara de la moneda aparece cuando es uno mismo quien siente la fervorosa necesidad de objetar una opinión o hacer un reclamo. Entonces usamos también el «Con todo respeto…», no obstante, este empleo tiene una función muy distinta a la descrita en los párrafos anteriores. Si decimos, verbigracia: “Oiga señor mesero, con todo respeto, el vino no se sirve en chabela” o “Mr. Parker, with all due respect, Casillero del Diablo 2009 is not a 90 point wine” estamos encauzando nuestra ira e indignación por medio de la muletilla, estamos haciendo uso de la serenidad y la paciencia, formulando una fina observación que de otra forma saldría de nuestra boca con tosquedad o aspereza.
            Como dijo George Bernard Shaw: “El hombre que escucha la razón está perdido. La razón esclaviza a todos los que no son bastante fuertes para dominarla”. Así es que yo le recomiendo que aplique o ahuyente discrecionalmente nuestra frase, siempre y cuando usted esté seguro que la razón le asiste, que su punto de vista es el correcto y posee la verdad. No importa lo que el interpelado piense. 
            Lo anterior dicho con todo respeto, claro está, faltaba más...

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