Para mis estimados combibeles
De nada sirve subir la guardia o coger el paraguas al escuchar esta ominosa frase. Lo usual es aflojar el cuerpo para amortiguar el guantazo que viene o recibir como en sábado de gloria la cubetada de agua (en el mejor de los casos) que sigue infaliblemente a la falsa civilidad de esta expresión. Si alguien le espeta un «Con todo respeto…», caro lector, lo mejor será intentar pararlo en seco con un aforismo que desconcierte a este próximo agresor y evitar así el desaguisado. Se recomienda usar el siguiente: «¡Quieto! Nada bueno ha seguido nunca a esas palabras».
De nada sirve subir la guardia o coger el paraguas al escuchar esta ominosa frase. Lo usual es aflojar el cuerpo para amortiguar el guantazo que viene o recibir como en sábado de gloria la cubetada de agua (en el mejor de los casos) que sigue infaliblemente a la falsa civilidad de esta expresión. Si alguien le espeta un «Con todo respeto…», caro lector, lo mejor será intentar pararlo en seco con un aforismo que desconcierte a este próximo agresor y evitar así el desaguisado. Se recomienda usar el siguiente: «¡Quieto! Nada bueno ha seguido nunca a esas palabras».
Está también el truhán que lanza la
estocada y luego quiere remediar la herida con un «…Te lo digo con todo respeto».
Este espécimen es más peliagudo porque hay que estar a las vivas: adivinar el
momento, adelantarse a su jugada y conjurar un daño mayor interrumpiéndolo, en tono
irónico y sereno: «Sé que lo dices con todo respeto». Logremos atajar o no a estos
bribones, lo vil en estos casos, lo inefable, se debe a que nos han robado el
derecho de ofendernos ante una injuria porque ha venido envuelta en urbanidad, porque ha sido disfrazada, despojada
del desprecio honrado.
Existe una versión aún más infame
que la que apela al respeto: la que apela al cariño. Deseo con toda sinceridad que
nunca sus castos oídos escuchen a alguien dispararle un «Te lo digo porque te
aprecio». Ay, pero si ya el honor lastima, ¿por qué habrán de meterse también
con el amor, con el afecto?
La otra cara de la moneda aparece
cuando es uno mismo quien siente la fervorosa necesidad de objetar una opinión
o hacer un reclamo. Entonces usamos también el «Con todo respeto…», no obstante,
este empleo tiene una función muy distinta a la descrita en los párrafos
anteriores. Si decimos, verbigracia: “Oiga señor mesero, con todo respeto, el
vino no se sirve en chabela” o “Mr. Parker, with all due respect, Casillero del
Diablo 2009 is not a 90 point wine” estamos encauzando nuestra ira e
indignación por medio de la muletilla, estamos haciendo uso de la serenidad y
la paciencia, formulando una fina observación que de otra forma saldría de nuestra
boca con tosquedad o aspereza.
Como dijo George Bernard Shaw: “El
hombre que escucha la razón está perdido. La razón esclaviza a todos los que no
son bastante fuertes para dominarla”. Así es que yo le recomiendo que aplique o
ahuyente discrecionalmente nuestra frase, siempre y cuando usted esté seguro
que la razón le asiste, que su punto de vista es el correcto y posee la verdad.
No importa lo que el interpelado piense.
Lo anterior dicho con todo respeto, claro está, faltaba más...
Lo anterior dicho con todo respeto, claro está, faltaba más...
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