miércoles, 1 de junio de 2011

El mejor del mundo

Estamos seguros, caro lector, que usted sabe muy bien quién es el Chicharito; si es aficionado al futbol o es seguidor de las Chivas, probablemente también conozca sus apellidos, su edad y cuántos goles metió esta temporada. Sin duda, simples nombres de pila como “Salma”, “Luis Miguel” o “Gael” abrirán de inmediato un fichero gordo dentro de su memoria y, con poco esfuerzo, conseguirá decir al menos una cosa sobre Ximena Navarrete o Lorena Ochoa. Quizás incluso es capaz de identificar la actividad preponderante de Mario Molina; si disfruta la música y la televisión, reconoce a Alondra de la Parra… pero ¿puede decirme quién es Rolando Villazón?
Según nuestro querido melómano Marco Montiel, Rolando era uno más entre los típicos adolescentes ochenteros de la secundaria Cristóbal Colón, en la ciudad de México, excepto por un don especial y algunos comportamientos particulares: Protestó contra la prohibición de llevar el pelo a los hombros con un drástico trasquile, hacía equilibrio sobre una periquera en medio del patio para hinchar el aire de todo el campus con las notas del himno nacional y, durante las clases, recorría los pasillos cantando arias a todo pulmón, obteniendo la atención del prefecto y el aplauso insurrecto del alumnado.
Han pasado unos años y aquel joven talentoso y ocurrente se convirtió −según la más reciente encuesta de una influyente web danesa, Mostly Opera−, ni más ni menos, en el mejor tenor del mundo. Villazón obtuvo un 37% de los votos superando a otro latinoamericano, Juan Diego Florez, y a Plácido Domingo, a quien favorecieron 5 musicólogos de cada 100. El mexicano irrumpió en la escena internacional luego de ser el ganador del concurso “Operalia” en 1999; a partir de ahí triunfó, entre otras capitales de la ópera, en París, Berlín, Londres, Viena, Bruselas, Ámsterdam, Moscú, Praga, Zúrich, Roma, Milán, Atenas, Estambul, Madrid, Barcelona, Nueva York, Los Ángeles, Miami, Tokio…
Sus conciertos al aire libre en Berlín, la víspera de la Final de la Copa Mundial FIFA 2006, y en Viena, antes de la Final del Campeonato FIFA Euro 2008, fueron ambos televisados en vivo y seguidos por millones de personas en todo el mundo... excepto en México –vimos el de Ricky Martin y el de Shakira−. Hace unas semanas, Villazón fue elegido en las categorías de mejor artista masculino y mejor álbum del año para los premios Brit de música clásica, ha sido nominado al Emmy y ha ganado varias veces el importante premio Klassic Echo en Alemania.  
El capitalino ha grabado, además de ópera, zarzuela y música mexicana; sus discos y videos han obtenido platinos y oros en Europa; su “Duetos” fue primer lugar en el Billboard clásico y sentó precedente al subir a la cima de las listas de pop en varios países del viejo continente. Fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, título concedido por Francia sólo a un puñado de mexicanos, Carlos Fuentes y Elena Poniatowska entre ellos.
Una de sus virtudes más grandes es la intensidad, tanto en la potencia de su voz como en la complejidad de sus encarnaciones, otra, la humildad: En una presentación de “El elixir de amor” de Donizetti, en Berlín, luego de cantar de forma soberbia “Una furtiva lágrima”, Rolando recibe una ovación que no termina; ante la insistencia, agradece con la mirada y el semblante al público, fugándose un ápice de su papel, pero al ver que las aclamaciones no cesan, comienza a levantarle las cejas al director, Alfred Eschwé, quien se rehúsa a continuar. Intentando contener la emoción, insiste al conductor con todo tipo de muecas, sólo para encontrarse con el mohín de “Qué le voy a hacer, escúchalos” del austriaco. Finalmente Villazón rompe a sonreir.
Ha ganado una seguridad sorprendente para su edad, un gran aplomo en su gesto característico. Es muy generoso en sus sentimientos, inconfundible y genuino. Es carismático y profundamente expresivo, patético, suave, sensual pero lleno de volumen. Es pasión, timbre, color, elegancia, drama y corazón (describir a Rolando es como apuntar la cata de un vino mítico).  
El ámbito de la música clásica, de la ópera, es uno de los más exigentes del planeta: la preparación es larga, comprometida; sus aficionados son, en mayoría, ilustrados y sensibles; sus críticos, severos y tradicionalistas. Este mexicano excepcional ha escalado lo más alto de un arte poco popular en nuestro país. No importa tanto si nuestro tenor es reconocido o no por las instituciones, por los medios nacionales: aunque irremediablemente alguien intentará colgarse de su éxito, él será ya legítimo profeta.
Como hemos conversado en otras ocasiones, la tecnología nos ofrece magníficos regalos, abracémoslos. Sugerimos que enchufe a su computadora unas buenas bocinas o audífonos, sírvase una copa de vino y teclee “Rolando Villazón” en Youtube; si no es un coleccionista de los discos de “Los Tres Tenores”, comience por “Júrame” o “Granada”. Le garantizamos, por lo menos, el embeleso.

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